El pescado es un alimento muy sano. Sin
embargo, hace poco las autoridades sanitarias recomendaban limitar su
consumo para evitar la intoxicación por mercurio. Pero el atún o el salmón
están libres de esta contaminación y ayudan a luchar contra la depresión del
embarazo.
Los ácidos grasos Omega-3 protegen contra la depresión y las enfermedades
del corazón, y son claves para el desarrollo cerebral del feto. Y la mejor
forma de ingerir estos ácidos en nuestro organismo es a través de los
alimentos.
El atún, el arenque, el salmón o la sardina son pescados ricos en ácidos
grasos Omega-3, por lo que se convierten en imprescindibles para la dieta de
una mujer que espera un bebé. Sin embargo, las autoridades sanitarias habían
aconsejado que se limitara la ingesta de pescado por la contaminación de
mercurio a unos 350 gramos a la semana. |
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Después de esta
recomendación, se realizó un estudio en el Reino Unido para conocer la
relación exacta entre el pescado y las embarazadas. Tras observar a 11.721
mujeres, el equipo científico llegó a la conclusión de que cuantos más
ácidos grasos Omega-3 consuma una mujer durante el tercer trimestre de
gestación, menos probabilidades tendrá de mostrar síntomas de depresión en
ese momento y hasta ocho meses después del parto.
El doctor Joseph R. Hibbeln, autor y psiquiatra del estudio, subrayó que el
porcentaje de embarazadas deprimidas que consumían más pescado era la mitad
de las gestantes que menos pescado comían.
Esta investigación también destaca que no todos los pescados contienen altas
dosis de mercurio. El salmón, el barbo y las vieiras, por ejemplo, son ricos
en ácidos grasos Omega-3 y contienen niveles bajos de esta sustancia.
Los pescados menos recomendados en la dieta de una gestante son, entre
otros, el tiburón, el pez espada y la caballa porque contienen niveles
bastante altos de mercurio y, por tanto, pueden dañar el desarrollo del
sistema nervioso del feto.
Actualmente, el 10% de las embarazadas padece una depresión grave,
porcentaje que aumenta si se trata de madres primerizas. La depresión
postparto puede influir en la relación de la madre con el bebé, llegando a
provocar en el niño problemas lingüísticos y de desarrollo físico. |